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Se llenó su país de oro y plata,
sus tesoros eran infinitos;
se llenó su país de caballos,
sus carros eran infinitos.
Y se llenó su país de ídolos,
adoraban la obra de sus manos,
la que modelaron sus dedos.
El mortal quedó rebajado,
el ser humano quedó humillado,
¡pero no lo perdones!

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